Artículo de opinión titulado: “Capripoldo: crónica de un sufrido (y fallido) romance político”
Fecha: 11 de noviembre de 2014
Textual:
Desentrañando el desencuentro de los amis en el tiempo
En febrero del año 2007 Leopoldo López abandona la tolda amarilla por estar “en desacuerdo con la forma como se hacían las elecciones de dirigentes a lo interno”. Previo cuadre con la gente de Un Nuevo Tiempo se autoexilió del partido (que él mismo fundó con su mamá y el dinero de PDVSA) que lo vio nacer, buscando un espacio cónsono con sus radicales objetivos inconstitucionales y conspiradores con dinero exógeno.
La luna de miel se venía agrietando desde esta primera escaramuza. Capriles, por su parte, hizo lo suyo y vivió los años siguientes con lo que le había quedado del divorcio, buscando su encarame local/regional para ofrecerle mayor legitimidad a sus viajes, negocios y participación en conspiraciones posteriores.
Leopoldo optó, en cambio, por la jugada “desde la base”, al mejor estilacho-método “Sociedad Civil”: guarimba aliñada con organización “popular”.
La tolda azul le permitió blanquear los billetes verdes mientras su actividad estuviera en el marco de la línea partidaria, es decir, mientras no chocara contra la jerarquía instituida desde que ese esperpento salió de las entrañas putrefactas de Acción Democrática.
Las recién nacidas “Redes Populares”, conatos de la conspiración, representaban un peligro para los cuadros históricos. La expulsión no se hizo esperar y Leopoldo aseveró que “en UNT no se respalda la ascensión de nuevos liderazgos”.
En el año 2008, recién salido de UNT y con la convicción de reavivar las bajas pasiones tristes de la clase media, le cayó su justa inhabilitación por la originación fraudulenta de Primero Justicia. La CIDH tres años después trató de presionar al Tribunal Supremo de Justicia para que se revocara la decisión (ante el candelero que se avecinaba por las elecciones presidenciales de 2012), pero el poder judicial venezolano mantuvo la decisión.
Capriles se benefició del Gobierno al que tanto critica y contento cumplió sus aspiraciones presidenciales manteniéndose tranquilo, viajando regularmente al norte para completar el billetico que le faltaba y fortaleciendo su corrupto partido soltándole las prendas necesarias a la clase media disociada.
La campaña post-decisión judicial también propulsó la figura de López. Ya con el partido/tarjeta electoral oficializado, con la victimización favorecida por una férrea campaña internacional desde ONG y organismos multilaterales (OEA, CIDH, Tribunal Penal Internacional) y la vocería radical alternativa más que instalada en el imaginario coyuntural de aquel entonces, hizo que la derrota sufrida en las primarias fuera cuento secundario: la declinación realizada días después forzando la mandíbula le auguraba un destino mejor, la jefatura de la campaña presidencial que enfrentaría al siempre invicto Comandante Hugo Chávez.
Leopoldo y Capriles tuvieron que meterse su reaccionario discurso por fuera del radio que golpea el sol. Reconocieron a Chávez con el tarugo atravesado.
La fractura se profundizaría al momento siguiente en el que se conocieron resultados a nuestro favor el 14 de abril. Era la oportunidad para hacer lo que siempre quisieron hacer en las 19 elecciones que ganó el Comandante: deslegitimar y cantar fraude.
Leopoldo, como jefe de campaña, presionó a Capriles para hacer el llamado a descargar la arrechera, mantener presión en la calle en el apogeo y forzar el conteo de votos in situ. Distinta a la posición de Capriles que planteaba cacerolazos y una gran marcha hacia el CNE días después: igual de reaccionarios los dos, pero uno más adelantado, desorganizado y calamitoso que el otro.
El primitivo llamado fue el experimento mediático de “La Salida”: la fue preparando, armando, construyéndola a punta de muerto y sangre como referente civil para salir de la dictadura de Maduro.
Capriles tuvo que aguantar políticamente el estallido periquero de López. Esquivó los señalamiento de Maduro y Diosdado con lo cual Leopoldo comenzaba a quedar relegado como “tira la piedra esconde la mano”.
El 12 de febrero de este año se da un nuevo pico en el resquebrajamiento de las relaciones diplomáticas del Country Club caraqueño. López se tira a la calle a buscar el muertico necesario, lo logra y después se enconcha. Quedó como el cuatriboliado que no tiene miedo al Gobierno y Capriles como el eterno perdedor de elecciones.
El termómetro anímico de la clase media ya venía estallando luego de perder las elecciones contra el presidente Maduro. Ambos realizan una lectura diferente de la realidad política, eso sí, ambos con la misma cantidad de estupefacientes en la platabanda craneal.
Capriles sigue siendo gobernador de Miranda, utilizando el puesto como trinchera de lucha, queja y pataleta para con el Gobierno Nacional. Leopoldo agarra el mecate por el lado más grueso y empalma con la disociación facholigárquica: esa que se cansó de que les “roben las elecciones” y está decidida a montar guayas, prender basura y hacer campamentos para salir del rrrrégimen.
Las elecciones de alcaldes y concejales en el mes de diciembre también constituyen otro hito. Leopoldo y Capriles harán campaña cada uno por su lado. En el marco de la “unidad”, se valen las zancadillas y los tropezones: cada cual favoreciendo a los candidatos que les conviene para llevar la coñiza, más adelante, a términos supraestructurales.
Capriles fue el jefe de campaña de la MUD. La derrota fue abismal y el Radonski quedó como el triperdedor. El partido que mejor salió beneficiado fue Voluntad Popular de nuestra santidad mantuana Leopoldo López.
La victoria, en el marco de sus miserias y pugnas raquíticas, funcionó para que Leopoldo pudiera con cancha electoralista (sólo ahí le cuadran los resultados que da el CNE) potenciar el discurso salidero con arreglo al referente del 14A: según Leopoldo esas elecciones se ganaron, pero Capriles se cagó y no defendió la abultada victoria escuálida; López repunta en la intoxicación opositora utilizando las muy planificadas localidades que le invistieran legitimidad electoral para tirarse a la calle buscando “La Salida” sin compañía de Capriles.
Capriles se la cobraría con creces. Se deslindó rápidamente de la violencia (pero no demasiado como para no cobrar la factura en caso de asestar el carajazo) y diseñó su propia salida: democrática y mirandina, sin gestión eficiente de soporte político.
López terminó encerrado. La mujer del salidero mayor le ha reclamado en un centenar de ocasiones la falta de solidaridad con Leopoldo. Ya encarcelado, Capriles busca acumular el rédito desestabilizador pero sin éxito.
Hace días el estadistólogo Eugenio Martínez elaboró un estudio de liderazgo a lo interno de la oposición. Según el estudio, Leopoldo López supera a Capriles por un miserable punto en la encuesta. El estudio prevé (más allá de la lectura analítica de los números) potenciar la rivalidad entre los dos caballos blanco-mantuanos de la oposición.
Uno se encerró pensando que con eso emularía a Chávez: salió con las tablas en la cabeza, Capriles le cobró las alcaldías de que sacó Voluntad Popular y utiliza a la Barbie que tiene por esposa para que le haga el lobby del perseguido. Victimización es sinónimo de heroísmo en la mediática escuálida.
El otro se la pasa en New York y España tratando de presentarse como la verdadera víctima que prefirió mantenerse en el carril democrático. Se vende como aquél que asegura el blanqueo efectivo del dinero foráneo imperialista: inversión en campañas electorales, gorras, camisas y calcomanías.
Ninguno llegará a Miraflores.
Extraído de la web de “Misión Verdad”:Obsérvalo aquí
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